«Íñigo cada día canta mejor y toca mejor su guitarra –¡no me canso de repetirlo–, pero es que además –y el viernes pudimos comprobarlo– tras su música y su historias cantadas –cante lo que cante– se revela y se deja sentir una sutil y extraordinaria "ternura".
Sus canciones calan hondo.
Si te cuenta una historia –la de Bob, la de la Edad Media, la del Olympia, la de su encuentro con Jesús, e incluso la de "la viuda" de Burning– te sumerge y te atrapa en un mundo fantástico en el que se produce un fundido de realidades y de ficciones siempre apuntalado –como telón de fondo– con los valores de la vida, de la libertad y de la esperanza.
Si lo que Coppe hace con sus canciones es fotografiar sus propios latidos, el calado revierte en una especie de estallido de emociones y de sentimientos –que a veces pueden llegar a conmoverte–. Así ocurre cuando Iñigo recuerda a Laura, cuando habla con el árbol-piano, cuando entona el "tango del amante traicionado", o cuando le canta a la posibilidad de su propia muerte, ¡¡¡¡"dios no lo quiera"!!!!.
En fin, y para sintetizar, diré una sola palabra que se funde con su calidad, me refiero a la más pura "SENSIBILIDAD".» (Fernando G. Lucini).